viernes, 10 de febrero de 2017

Nuestro Rangnarok

Él mi sinfonía diaria, origen de mi inspiración. Ha sido quien ha cambiado la perspectiva de este lúgubre paisaje amoroso, él que me ayudó a salir de un cementerio de caídos, de este Valhalla; para llevarme de nuevo a la batalla, tal vez a un Rangnarok que destruirá este insignificante universo. Universo pervertido, que no podrá hacer frente a la pureza de nuestras afinidades, o lo malicioso de nuestro pueril amor. Universo perverso, que tratará de anteponernos el tiempo y distancia para separarnos. Pero que son sus armas, ante el poder mismo de encontrar a tu alma gemela, de volverte uno, y desafiar a todos los Dioses; porque al fin de cuentas, juntos somos más poderosos. Después de todo, como podríamos fallar, si tú, mi hombre imaginario, estás a mi lado.



Oh! Estaremos juntos en el fin de esta maldita existencia, para iniciar una eternidad con el mundo convulsionando a nuestros pies, humedeciendo las únicas palabras por las que vale vivir; un te amo inmarcesible.


Moudi.

Cobardes

Simplemente siento que es de cobardes
dejar esa nada tan completa que alguna vez tuvimos,
ese precipicio que nos elevó hasta el cielo,
esa quimera que nos llenó de realidad.
Siento que es de cobardes no respetar
El recuerdo de este todo… o al menos de lo que yo creí un todo.

Moudi.

Tú no estás aquí

Son las tres de la mañana, no hay estrellas en el umbral del cielo y menos aún una luna resplandeciente. Noche fría como ninguna otra, quizá frialdad de soledad con vano delirio de tristeza. Noche paciente que arranca la esencia del pensamiento. Noche amarga que apuñala en tu recuerdo.

Hoy como muchas otras noches el sueño me ha sido arrebatado cuando en su esplendor tu recuerdo me visitaba. Pero me niego rotundamente a que hoy sea otro día a llorarle al espejismo de tu ser, me niego rotundamente a que este amanecer sea testigo de mi estado de soledad; y se burle de mí como lo ha hecho con tantas otras historias de amor. Más bien hoy la invito a ser cómplice de una corta carta entre dos corazones destinados.

Tal vez no sea prudente escribirte, pero la mente me agobia, y los sentimientos desbordan.

 Esta noche más que nunca debo confesar que te extraño. Sí, extraño todo de ti, o la nada que había en ti, extraño tus caricias en mi cuerpo, ese souvenir que me parecían tus besos, que cada vez que los visito dejan en mí las huellas de haber estado en lugares diferentes. Deseo estar de nuevo en tu ramaje, sentir el musgo de tu piel y la vida entre tus entrañas. Mirar la sombra de tu silueta sobre la cama y apoderarme de cada rincón de su oscuridad. Acariciar tu cuerpo sutilmente y devorar a mordiscos tu espíritu sediento de pasión.  Me apetece hacer un huracán en tu habitación, que tus muslos no sepan que arremetió contra ellos, tengo ganas de hacer revoluciones en tu cama e independizarme de lo que me queda de santa. Anhelo ser la causa de tus suspiros y más aún de tu gozo. No, no quiero ser  tu musa, de hecho me apetece ser tu realidad, tú mujer de carne y hueso, aquella que te robe el sueño no por lo lejana que parece; si no por lo cercana que te quiere. Oh! Ansío ser tu deseo, tu sueño, tu revelación y tu placer. Ambiciono meterme entre tus sábanas y desvestirte con mis versos garabateados en tu piel.

Sin embargo tú estás allá y yo seguiré aquí con este insomnio eterno, eterno como las gana que tengo de amarte.


Moudi.